Garras (The Ghost and the Darkness)
Si tiene ganas de pasar el rato, le gusta el suspenso y no se impresiona demasiado con la sangre, puede ver este film sin arrepentirse. No busque demasiado y quedará satisfecho.
En 1898, pleno auge del «progreso», los ingleses, franceses y alemanes se disputaban la ocupación del África Oriental. Uno de los medios más efectivos para tomar posesión del terreno ha sido -en esa época- el ferrocarril.
Si tiene ganas de pasar el rato, le gusta el suspenso y no se impresiona demasiado con la sangre, puede ver este film sin arrepentirse. No busque demasiado y quedará satisfecho.
En 1898, pleno auge del «progreso», los ingleses, franceses y alemanes se disputaban la ocupación del África Oriental. Uno de los medios más efectivos para tomar posesión del terreno ha sido -en esa época- el ferrocarril.
Así pues, las potencias occidentales avanzaban, por medio de sus ejércitos y de sus empresas, contra los obstáculos de semejantes inmensidades: clima, enfermedades, disputas tribales, acarreo de materiales de construcción… En especial, las luchas facciosas por razones de raza, religión o por cuestiones fútiles alcanzaban el nivel de matanza. Una pintura de lo que ha sido esencialmente el África antes de la intervención europea y de lo que está volviendo a ser, después del retiro europeo: una enorme bolsa de gatos.

En este contexto histórico y apoyada en sucesos reales un poco fantaseados, «Garras» o «El Fantasma y la Tiniebla» según el título original, se vuelve un filme entretenido. Apoyado inicialmente en una rica fotografía, excelente recreación y la promesa de aventuras… luego todo esto pasa a un segundo plano para centrarse en el suspenso, donde nuestra imaginación no se vuelca a indagar quién es el asesino, -dato que registramos desde el comienzo- sino cómo es posible que una multitud de hombres armados no puedan con él. En realidad con ellos, porque son dos -y hasta tres- los malvados.

Leones cebados con carne humana… Atacaban el campamento de los trabajadores del ferrocarril sin ningún temor y hasta en pleno día. La historia relata que hubo más de 130 víctimas fatales. Terribles bestias han de haber sido.
El Coronel John Patterson, (Val Kilmer) militar, ingeniero y cazador, se hace cargo de la situación logrando un gran éxito inicial. Acaba en una noche y con un solo disparo a uno de los leones. Su popularidad entre los trabajadores del ferrocarril no tiene límites… durante algunas semanas. Luego vuelven los ataques y no hay trampa que pueda detenerlos. Las víctimas suman decenas. La masa que antes lo aclamó se amotina y está a punto de lincharlo, una constante histórica, cuando entra en escena el segundo protagonista, (o deuteragonista, para ser más exactos) Charles Remington (actuado por Michael Douglas, también productor del filme).
Remington sobrelleva penosamente una tragedia personal, la muerte de toda su familia, durante una de las tantas guerras tribales. Es ahora un cazador célebre, excéntrico y temido. Y si bien en la historia real fue contratado para apoyar a Patterson, en el film hace su entrada de un modo mucho más cinematográfico: sofocando el motín.
Su primera acción contra los leones, secundado por un pequeño ejército de nativos, fracasa por responsabilidad (sin culpa) de Patterson. Su segunda idea termina en un desastre. Huida masiva de casi todos los trabajadores. Quedan solo Paterson, Remington y un nativo fiel, Mahina (Henry Cele) para afrontar algo que ya se ha convertido en un reto personal. El resto de la historia no se debe contar.
El filme trata de ir un poco dentro de la psicología de los tres personajes que quedan solos ante el peligro, pero como es habitual no logran más que establecer caracterizaciones. Nos queda claro que Paterson es un hombre decidido, inteligente, amante de su familia y valeroso. El más complejo, Remington, se desdibuja en excentricidades. De Mahina, sabemos que es el «anciano sabio», aunque nunca queda claro por qué.
Desde el punto de vista religioso, Paterson es un irlandés descreído. Mahina un animista no muy definido. Remington cree o finge creer en lo que sus guerreros. Danza con ellos en una especie de ceremonia religiosa. El único cristiano interesado la fe, Agnus Starling, ayudante de Paterson, termina devorado por los leones.
En determinado momento la figura de los leones cobra una entidad preternatural. Son presentados como demonios, lo que en definitiva no son, porque a los diablos no se los mata a escopetazos. Lo cierto es que, frente a todas estas calamidades, nadie piensa en invocar el auxilio divino, y así les va. Esta falta de conciencia del poder de Dios, tan frecuentemente suplida por la acción de los superhéroes modernos, es una patética constante en la filmografía. Todo depende del hombre y su voluntad. Por pueril que pueda ser el tema, no deja de revelar los síntomas de una enfermedad espiritual que nos afecta hasta lo más profundo.
Pero, sin hilar tan fino que se nos deshaga la lana, la película sirve para pasar el rato. Moralmente hablando, no tiene ninguna procacidad, ni siquiera en las expresiones, según recordamos. Y el héroe es una hombre fiel y dedicado a su familia. Puede verse en familia.
Dirección: Stephen Hopkins.
Guión: William Goldman.
Interpretación: Michael Douglas (Charles Remington), Val Kilmer (Cor. John Henry Patterson), Tom Wilkinson (Robert Beaumont), John Kani (Samuel), Bernard Hill (Dr. David Hawthorne), Brian McCardie (Angus Starling), Emily Mortimer (Helena Patterson), Om Puri (Abdullah), Henry Cele (Mahina).
Producción: Michael Douglas.
Música:Jerry Goldsmith.
Diseño de producción: Franá§ois Chauvaud.
Durarción:105 minutos
Idioma: Inglés,
País de origen: EE.UU.
Año:1996.

