La bendición de las casas en Epifanía
El 6 de enero, día de Reyes, la Iglesia celebra en su liturgia la festividad de la Epifanía, que significa “manifestación”. Tres hechos se conmemoran: la adoración de los Reyes Magos, el bautizo de Cristo en el Jordán y el milagro de las bodas de Caná. En estas tres ocasiones quedó patente que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, el Mesías, el Salvador del género humano.
El 6 de enero, día de Reyes, la Iglesia celebra en su liturgia la festividad de la Epifanía, que significa “manifestación”. Tres hechos se conmemoran: la adoración de los Reyes Magos, el bautizo de Cristo en el Jordán y el milagro de las bodas de Caná. En estas tres ocasiones quedó patente que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, el Mesías, el Salvador del género humano.
El 6 de enero, día de Reyes, la Iglesia celebra en su liturgia la festividad de la Epifanía, que significa “manifestación”. Tres hechos se conmemoran: la adoración de los Reyes Magos, el bautizo de Cristo en el Jordán y el milagro de las bodas de Caná. En estas tres ocasiones quedó patente que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, el Mesías, el Salvador del género humano.
La tradición ha vinculado a la Epifanía dos bendiciones: la del agua en la Noche de Reyes y la de las casas en el día. La primera proviene de Oriente, teniendo su origen en Egipto y está atestiguada por san Juan Crisóstomo (347-407), quien refiere que la gente acudía hacia la media noche para tomar del agua que se bendecía en recuerdo de la santificación de las aguas obrada por Jesucristo al bajar al Jordán para ser bautizado por Juan. Esa misma agua se reservaba en las casas para hacer uso de ella durante todo el año como un sacramental eficaz. La costumbre pasó a Occidente a través de los países germánicos, donde se consagraba la llamada “agua de los Tres Reyes” durante una ceremonia que data de los siglos XI-XII y que se desarrollaba en la Vigilia de la Epifanía. Más tarde, el rito la bendición de esta agua quedó fijada en un rito muy solemne, simbólico y elaborado, que fue aprobado por la Sagrada Congregación de Ritos (decreto del 6 de diciembre de 1890), entrando así en el Rituale Romanum (tit. IX, cap. IX).
En los países germánicos, después de bendecir las casas se solía escribir bajo el dintel de la puerta la fórmula “Christus Mansionem Benedicat”, en la cual se ha visto un acróstico de las iniciales de los Reyes Magos: C(asparus), M(elchior), B(althasar). Se empleaba para ello un lápiz bendito o un trozo de tiza: de ahí la bendición de la tiza (benedictio cretae) destinada a las inscripciones sagradas, asociada también a este día.
La bendición de las casas en Epifanía es una costumbre que no deberíamos perder. En medio de los regocijos navideños nos ayuda a acentuar el carácter familiar de los mismos, no sólo por lo que atañe a lo consanguíneo, sino también a lo espiritual. Llamar a nuestro párroco para que bendiga nuestra casa contribuye a estrechar los vínculos con la familia parroquial y, a través de ella, con la gran familia sobrenatural que es Nuestra Santa Madre Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, del que somos miembros. También es una buena manera de comenzar el año civil, religiosamente, invocando las bendiciones del buen Dios, que vela, Providente y Misericordioso, por sus criaturas y está dispuesto a derramar sus bendiciones a quienes se las pidan. Los regalos que se dan a los niños en este día de Reyes pueden cobrar así un carácter de celebración y de júbilo por haber sido visitado nuestro hogar por Dios. También pueden simbolizar los dones que esperamos recibir durante el año. Y, aunque la bendición del agua de Reyes se haya rarificado hasta el punto de haberse casi perdido, no estaría de más recordársela a nuestros sacerdotes para beneficiarnos de su hermosa liturgia y del sacramental que por ella se confecciona. Es muy oportuno también que en esta ocasión renovemos las promesas de nuestro bautismo y hagamos profesión de fe católica y de amor a Jesucristo, la Virgen y san José, consagrándoles nuestras familias.
Benedictio domorum
In Festo Epiphaniae
V. Pax huic dómui.
R. Et omnibus habitántibus in ea.
Et exsultavit spiritus meus * in Deo salutari meo.
Quia respexit humilitatem ancillae suae: * ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes.
Quia fecit mihi magna qui potens est: * et sanctum nomen ejus,
et misericordia ejus a progenie in progenies * timentibus eum.
Fecit potentiam in brachio suo, * dispersit superbos mente cordis sui,
deposuit potentes de sede, * et exaltavit humiles,
esurientes implevit bonis, * et divites dimisit inanes.
Suscepit Israel puerum suum, * recordatus misericordiae suae,
sicut locutus est ad patres nostros, * Abraham et semini ejus in saecula.
Gloria Patri, et Filio, * et Spíritui Sancto.
Sixut erat in principio, et nunc et semper, * et in saecula saeculorum. Amen.
Interea aspergitur et incensatur domus, et in fine repetitur Antiphona : Ab Oriénte venérunt, etc.
Pater noster secreto usque ad
V. Et ne nos indúcas in tentatiónem.
R. Sed líbera nos a malo.
V. Omnes de Saba vénient.
R. Aurum et thus deferéntes.
V. Dómine, exáudi oratiónem meam.
R. Et clamor meus ad te véniat.
V. Dóminus vobiscum.
R. Et cum spíritu tuo.
Responsorium. Illumináre, illumináre, Jerúsalem, quia vénit lux tua : et glória Dómini super te orta est, Jesus Christus ex María Vírgine.
R. Et glória Dómini super te orta est.
V. Paz a esta casa.
R. Y a todos los que en ella habitan.
Antífona. De Oriente han venido los Magos a Belén para adorar al Señor; y, abriendo sus tesoros, le han ofrecido preciosos dones: el oro del Gran Rey, el incienso de dios verdadero y la mirra para su sepultura, aleluya.
Porque ha mirado la humillación de su esclava: * por eso desde ahora me felicitarán todas las generaciones.
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: * y su nombre es santo.
Su misericordia llega a sus fieles * de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: * dispersa a los soberbios de corazón,
Derriba del trono a los poderosos * y enaltece a los humildes.
A los hambrientos los colma de bienes * y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, * acordándose de su misericordia.
Como lo había prometido a nuestros padres, * en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.
Gloria al Padre y al Hijo * y al Espíritu Santo.
Como era en el principio y ahora y siempre * y por los siglos de los siglos. Amén.
Durante el canto del Magníficat, el sacerdote asperje e inciensa la casa. Al final, se repite la antífona Ab Oriénte venérunt, etc.
Padre nuestro en secreto hasta
V. Y no nos dejes caer en tentación.
R. Mas líbranos del mal.
V. Todos acudirán desde Saba.
R. Trayendo oro e incienso.
V. Señor, escucha mi oración.
R. Y hasta Ti llegue nuestro clamor.
V. El Señor sea con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
Responsorio. Ilumínate, ilumínate, oh Jerusalén, pues llega el que es tu luz y la gloria del Señor ha aparecido sobre ti: Jesucristo, nacido de la Virgen María.
R. La gloria del Señor ha aparecido sobre ti.

