Panorama Católico

El Card. Scola o Cuando el Espiritu Santo se Esmera

Breve y buena, la entrevista de Le Monde al Cardenal Scola, Patriarca de Venecia, (pappabile muleto del Cardenal Martini y hombre emblemático de los sectores más progresistas del Colegio Cardenalicio) demuestra que el Espíritu Santo se ha esmerado en el último cónclave. En poquísimas respuestas a muy buenas preguntas Su Eminencia nos revela el pensamiento que sin duda habría de poner en práctica en caso que lo hubiesen favorecido los votos cardenalicios.

Breve y buena, la entrevista de Le Monde al Cardenal Scola, Patriarca de Venecia, (pappabile muleto del Cardenal Martini y hombre emblemático de los sectores más progresistas del Colegio Cardenalicio) demuestra que el Espíritu Santo se ha esmerado en el último cónclave. En poquísimas respuestas a muy buenas preguntas Su Eminencia nos revela el pensamiento que sin duda habría de poner en práctica en caso que lo hubiesen favorecido los votos cardenalicios. Dada la fecha de publicación, es posible que formara parte de una «campaña» para promover su figura, en la certeza de una muerte inminente del Papa Juan Pablo. Por una vez, con el debido respeto, debemos suspirar aliviados: ¡de lo que nos salvamos…!

«El mestizaje entre Cristianismo e Islam no es una idea ingenua»

El cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia, de 62 años, y uno de los favoritos para suceder a Juan Pablo II, acaba de crear con otros obispos europeos, asiáticos y de Oriente Medio, un centro de investigación y una revista internacional de diálogo con el Islam, llamados Oasis. Cuando presentó esta iniciativa el 15 de marzo pasado en la Unesco, llamó al diálogo entre las culturas cristiana y musulmana.

¿Es usted escéptico, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, respecto a las posibilidades de diálogo entre Islam y Cristianismo?

Queremos llevar a cabo este diálogo con intelectuales y religiosos musulmanes, invitarles a Venecia, a El Cairo, y, por qué no, a París. Lo haremos porque creemos que el mestizaje de civilizaciones no es una idea ingenua, sino un proceso histórico incipiente, que se comprueba en las migraciones, las relaciones comerciales y el turismo. No nos corresponde definir las políticas de inmigración. Pero los cristianos y los musulmanes, en Europa y en Oriente Medio, deben vivir juntos.

Los matrimonios mixtos, en un país como Italia, están en franco aumento. Este mestizaje es pues una realidad, pero también una posibilidad. No existe actitud más realista que la de asumir el riesgo de un diálogo entre comunidades, de una a otra fe, de lengua a lengua.

El testimonio personal del creyente conlleva una identidad fuerte pero dinámica. O bien ésta es exclusiva y desemboca en toda forma conocida de intolerancia y rechazo, o es abierta y capaz de dialogar de igual a igual con otras identidades.

Pero las minorías cristianas en Oriente Medio, en Asia, en ífrica, tienen una visión más crítica que usted sobre el Islam.

Es cierto, pero esta idea de un diálogo cultural partió de los obispos de estas regiones de Oriente Medio, del Magreb, de Pakistán, de Indonesia, que son de los más expuestos a las tensiones internacionales y los movimientos islamistas. Son ellos los que nos piden ayuda para encontrar instrumentos educativos para las comunidades cristianas que viven en países con mayoría de musulmanes.

Lo que está en juego hoy, con los acontecimientos de Líbano, Egipto, Israel, en los territorios palestinos, es vital para el equilibrio de esta región y de nuestras comunidades. Líbano es uno de los últimos ámbitos cristianos en Oriente Medio. Hay que hacer todo lo que se pueda para ayudar a que se queden las minorías cristianas.

¿Somos conscientes de lo que supondría, en términos de civilización, la desaparición de toda presencia cristiana y la transformación en un museo de esta tierra en la que nació Cristo?

¿No se exige reciprocidad para la libertad de los cristianos en tierras del Islam?

Sí, por supuesto. Debemos pedir a los países islámicos que hagan todo lo necesario para respetar la libertad de cada creyente que vive y trabaja en sus territorios, de dar a cada uno, sea cual sea su confesión, los medios para ejercer su libertad.

Pero no quiero exigir a toda costa la reciprocidad. Hay una parte de dar gratuitamente en la fe cristiana que puede llegar a impactar en el corazón del otro. Cuando la Iglesia católica ha multiplicado sus gestos de perdón y de apertura hacia otras comunidades religiosas no ha pedido nada a cambio.

Dicen algunos que la identidad cristiana está en crisis en una Europa afectada por la inmigración musulmana.

No me gusta utilizar la palabra crisis ligada a la desafección por las Iglesias en Europa. Prefiero hablar de los dolores del parto del hombre en una sociedad posmoderna. «Los hombres parecen cansados por el oficio de vivir«, decía Cesare Pavese. Pero no somos capaces de proponer un cristianismo adecuado aplicado a nuestra vida cotidiana.

Al mismo tiempo, los profetas de la secularización nos habían anunciado un mundo en el que Dios desaparecería. En vez de eso, asistimos hoy a una explosión de una «sacralidad» salvaje.

Debemos pues replantearnos nuestra actuación, volver a proponer a Cristo como un acontecimiento, no como una doctrina moral o un ascetismo. Un acontecimiento, es decir, el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, su historia, su mensaje transmitido por comunidades fuertes y vivas.

¿Qué busca el hombre posmoderno que no sea la felicidad y la libertad? ¿No es ese el programa de vida que ofrece el cristianismo hoy, liberado de concepciones absolutistas y reductoras de la historia que tanto mal hicieron durante el siglo XX?

Cristo no dijo otra cosa que esas palabras llenas de sentido: «Ven, sígueme si quieres dar fruto«.

Henri Tincq, Le Monde
Traducido y documentado por Arturo Díaz,
Periodista Digital
26/03/05

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