Sobre papas y verdura
Se viene la encíclica ecológica. Si algo faltaba en el repertorio temático del “magisterio moderno” era esto, compulsar los conflictos del hombre con la naturaleza, pero lejos, muy lejos de las preocupaciones clásicas. Hoy se trata de alertar sobre el “medio ambiente”, como si fuese un tema con entidad teológica.
Se viene la encíclica ecológica. Si algo faltaba en el repertorio temático del “magisterio moderno” era esto, compulsar los conflictos del hombre con la naturaleza, pero lejos, muy lejos de las preocupaciones clásicas. Hoy se trata de alertar sobre el “medio ambiente”, como si fuese un tema con entidad teológica.
Al comprar la “agenda medioambiental”, Francisco compra también, en el mismo combo temas como la “sobrepoblación”, “la contaminación” y el ya universal “calentamiento global”, que se ha revelado más peligroso para las mentes que para cualquier sector del planeta.
Claro que los temas no vienen solos: vienen debajo de los sobacos de los especialistas en contracepción, aborto y esterilizaciones, recursos para eliminar a los agentes contaminantes. No ya en las clásicas carpetas de antaño, sino en las infaltables “laptosps” hodiernas. Porque nada tiene entidad científica si no se puede mostrar un buen “powerpoint” con “slides” de pájaros empetrolados, ballenas agonizantes, chimeneas poluptuosas y gráficas apocalíticas. Así viene la nueva encíclica papal de la era Francisco, que mantiene solo un punto inalterado de la tradición magisterial: el nombre en latín. (*)
¿Qué dice? No tenemos acceso al texto aún, pero es innecesario hacer demasiado esfuerzo para predecir lo que dirá, y sobre cómo lo dirá un hombre que, siendo el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, y por lo tanto su Pastor y Doctor Universal, se atreve a afirmar en un mensaje videograbado que no sabe si lo que va a decir en adelante en dicho mensaje será una insensatez o una herejía… y proceder a decirlo sin siquiera tragar saliva. Hacerlo, por fin, público, cuando todavía le quedaba una instancia más para evitar el dislate: borrar todo y mandar un saludo protocolar.
En efecto, Francisco en ese caso no fue víctima de su notable tendencia a la repentización. No fue una frase “que le salió” en una declaración ante la prensa (¡los papas no hacen declaraciones a la prensa!) o en un sermón improvisado en Santa Marta (¡lo papas no improvisan los sermones!). No, fue una decisión deliberada y tuvo su segunda instancia para arrepentirse. Pero, así y todo no se arrepintió.
En razón de lo cual, qué va a decir, si bien no se sabe por seguro, tiene poca importancia, porque es seguro que dirá algunos disparates. Tal vez muchos, probablemente una cantidad suficiente como para confundir más a los fieles, recibir las loas de la prensa mundial y hundir a profundidades insospechadas el prestigio de un Magisterio que, como la cucaracha de la canción popular, ya no puede caminar más.
¿Magisterio “fumado”?
La mítica cucaracha de la canción mejicana tiene dos versiones: una según la cual no puede caminar porque no tiene, porque le faltan, las dos patitas de atrás. Otra, censurada en su momento, porque lo que no tiene y le falta es la marihuana que fumar. ¿Recuerdan? De ahí que, con el correr de los tiempos, se haya hecho frase corriente entre los jóvenes, para aludir a las cosas disparatadas, calificarlas como “fumadas”. ¿Estamos ante un papa que ejerce un “magisterio fumado”?
Desde el difunto Juan XXIII y sus documentos ripiosos –del Concilio mejor no hablar- hasta Benedicto XVI, se escribieron toneladas de textos “magisteriales” (tenga el lector la benevolencia de aceptar las comillas hasta la aclaración pertinente). De ellos –los documentos- puede decirse que hay de todo, todo mezclado. Lo que para el católico solía ser un faro de claridad doctrinal, el Magisterio pontificio, a partir del Papa Roncalli ha sido cada vez más un dilema.
Los grandes teólogos católicos comenzaron ya por los años ‘60 a ejercer de intérpretes y adaptadores de lo que decían los papas, para salvar los puntos oscuros y buscar la forma aceptable de entender ciertas frases doctrinalmente sospechosas. Con la mejor intención, ciertamente. No por discordia, sino buscando salvar la proposición del prójimo, de un prójimo tan importante como el papa.
Me contaban amigos memoriosos sobre el P. Meinvielle que decía que si le daban unas horas podía encontrar el modo católico de entender las encíclicas que año a año salían a sembrar dudas donde antes había certezas. Meritorio esfuerzo que, si se vuelve necesidad cotidiana acaba con la salud física y mental de cualquier sabio. Juan Pablo II, papa graforrágico en grado sumo, hubiese necesitado un batallón de padres Meinvielle sumamente adiestrados.
Francisco, un nuevo paradigma
Pero Francisco, señores, Francisco no se puede encuadrar. En vano se buscarán cabezas ágiles para enderezar los textos –de hecho nadie lo intenta, ni el voluntarioso P. Iraburu-. Francisco dirá o hará escribir no ya errores, mucho menos herejías, sino, lo que él mismo ha definido con notable sinceridad: insensateces.
Pero ruego no tomen a mal lo que acabo de decir, porque es confesión de parte y sería muy poco respetuoso para con la persona que ocupa el Solio Pontificio con legitimidad de origen, como dicen los teóricos de la política, no tomar en serio una de las pocas declaraciones en las que habla en serio. La otra que no debemos olvidar nunca es aquella, repetida además, en la que se reconoce “un poco irresponsable”.
Y ya tenemos solucionado el problema de la Encíclica ecológica que pone nerviosos a algunos católicos. Y muchos problemas más: es una nueva producción de un papa que no está seguro sobre si lo que dice puede ser insensato o herético, y que habla así porque es un poco irresponsable. Allí se resume lo que de él debemos tomar en serio, porque es lo único que se corresponde coherentemente con su forma cotidiana de proceder y de expresarse.
Sus méritos intelectuales
Finalmente, un reconocimiento merecido a Francisco por su particular “magisterio”. Él ha hecho posible que mucha gente vea lo que antes se negaba a ver, aunque lo tenía claro y distinto ante sus ojos: que al «magisterio conciliar y posconciliar» le falta la condición esencial para ser magisterio. Le falta la coherencia con el precedente y la coherencia consigo mismo.
Así como la celebrada “teología de rodillas” del Card. Kasper ha sido la consecuencia natural de los dislates que ganaron las mentes y los corazones de los católicos, comenzando por sus cabezas eclesiáticas, a lo largo de los últimos 50 años, así la chapucería declarativa franciscana, inclusive cuando reviste la envoltura de Exhortación apostólica o Carta encíclica, es simplemente el resultado final de las monumentales contradicciones de los papas precedentes, personas más serias y hasta añoradas hoy por algunos, pero no menos responsables de que Bergoglio sea papa hoy y lo sea del modo más genuinamente bergogliano. Ellos pavimentaron el camino, dirían los ingleses.
Señores, dejémonos de… (casi plagio a Tucho Fernández) … dejémonos de dar vueltas sobre lo que no tiene vuelta. Un pequeñísimo error en la precisión de la mira del tirador dará un fallo de muchos metros en el impacto de la bala cuando llegue al blanco. Tanto más alejado de donde debería haber impactado cuanto más larga sea la trayectoria. Cincuenta años es una larga trayectoria.
Cuando íbamos al Tiro Federal a cumplir los requisitos que nos imponía la patria en nuestra juventud, y disparábamos con los fusiles Mauser, hacíamos tremendo ruido, pero en general un banderillero con gestos aspaventosos desde su refugio al lado del blanco nos tiraba abajo las ilusiones: no pasó ni cerca.
A eso, curiosamente, le decíamos “papa”. Es lo mismo. Francisco apunta y no le pega a nada.
Lo suyo, más que papa, es verdura.
(*) Advierto, leyendo el comentario de un colega, que no es correcto afirmar que el título está en latín, porque es dialecto italiano. Por lo que vale aclararlo.

