Panorama Católico

Oración de León XIII a San Miguel Arcángel

el papa contó lo que había visto un trance a la potestades infernales pidiendo a Dios permiso para tentar a la humanidad con una especial libertad por un períodos cercano a un siglo. San Miguel, según el testimonio de León XIII, al cabo de esos años de espantosa crisis, intervendría para destruir el poder infernal.

No es la primera vez que hacemos referencia a esta oración-exorcismo compuesta por León XIII luego de tener una visión de los futuros años de la Iglesia, según los testigos de la escena, los 100 años venideros. Era entre 1885 y 1888, no hay acuerdo en esto. El papa tuvo un desmayo en medio de una reunión con algunos cardenales; al recuperarse se despidió de ellos queriendo retirarse. Como es natural, sus acompañantes no querían dejarlo irse y le preguntaron qué sentía, qué le había pasado…

Fue allí cuando el papa contó lo que había visto en su trance: la potestades infernales pidiendo a Dios permiso para tentar a la humanidad con una especial libertad por un períodos cercano a un siglo. San Miguel, según el testimonio de León XIII, al cabo de esos años de espantosa crisis, intervendría para destruir el poder infernal extraordinario que había volcado sobre la tierra para la perdición de las almas. Una prueba extraordinaria de Dios para castigo de los malvados y como crisol de los buenos.

El papa compuso entonces inmediatamente un texto y mandó que se rezace como prez final de la misa junto con otras antes y después establecidas. En 1934 fue abreviada por la Santa Sede, y los papas Pío XI y Pío XII encomendaron que se pusiera como intención particular la conversión de Rusia.

La versión breve de esta oración es la que rezamos los fieles al final de la misa tradicional. Su texto puede leerse aquí.  Pero menos conocido resulta el texto completo que escribió el papa León bajo la impresión inmediata de lo que había visto. Hoy, a más de 100 años de este episodio las palabras elegidas cobran un sentido mucho más nítido. Hoy podemos ver realizadas las obras demoníacas que pudo ver y de algún modo profetizar León XIII, y tal vez alguno en su tiempo haber considerado exageraciones. 

 

El texto completo es el siguiente y consta en las Actas de la Sede Apostólica.

“¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestiales, San Miguel arcángel, defendednos en el combate y terrible lucha que tenemos que sostener contra los poderes y potestades, contra los príncipes de este mundo de tinieblas y contra los malignos espíritus (Ef. 6, 12)! Venid en auxilio de los hombres que Dios hizo inmortales, formó a su imagen y semejanza, y redimió a gran precio de la tiranía del demonio (Sab. 2, 23; I Cor. 6, 20).

“Pelead en este día con el ejército de los santos ángeles las batallas del Señor, como en peleasteis en otra ocasión contra Lucifer, jefe de los soberbios, y contra los ángeles apóstatas, que fueron impotentes a resistiros, y para los cuales no hubo ya lugar en el cielo.

“Sí, ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satanás, que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo (Apoc. 12, 8-9). Pero he aquí que este antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado fieramente la cabeza. Transfigurado en ángel de luz y seguido de toda la turba de espíritus malditos, recorre la tierra entera para apoderarse de ella y desterrar el nombre de Dios y de su Cristo, para robar, matar y entregar a la eterna perdición las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Además de los hombres de alma ya pervertida y corrompido corazón, este dragón perverso lanza encima, como un torrente de fango impuro, el veneno de su malicia, es decir, el espíritu de mentira, de impiedad y blasfemia, y el soplo emponzoñado de la impureza, de los vicios y de todas las abominaciones.

“Enemigos llenos de astucia han llenado de injurias y saturado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado; y sobre sus más sagrados bienes han puesto sus manos criminales. En el mismo lugar santo, donde ha sido establecida la silla del Pedro y la cátedra de la verdad, que debe iluminar el mundo, han alzado el abominable trono de su impiedad, con la intención perversa de herir al Pastor y dispersar el rebaño.

“Os suplicamos, pues, oh Príncipe invencible, socorráis al pueblo de Dios contra los ataques de esos espíritus malditos, y le concedáis la victoria. Este pueblo os venera como su protector y patrono, y la Iglesia se gloría de teneros por defensor contra las malignas potestades del infierno. Dios os ha confiado el cuidado de conducir las almas a la celeste bienaventuranza. ¡Ah, rogad, pues, al Dios de paz, ponga bajo nuestros pies a Satanás y de tal modo aplastado, que no pueda retener más a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia! Presentad nuestras súplicas ante el Todopoderoso, para que seamos prevenidos cuanto antes de las misericordias del Señor. Apoderaos del dragón, la serpiente antigua que es el diablo y Satanás, encadenadlo y precipitadlo en el abismo, para que no pueda seducir más a las pueblo (Apoc. 20, 2-3). Amén. V/ He aquí la cruz del Señor, huid, potestades enemigas;

R/ Venció el León de la tribu de Judá, el vástago de David.

V/ Cúmplanse en nosotros, Señor, vuestras misericordias;

R/ Como hemos esperado de Vos. V/ Escuchad, Señor, mi oración:

R/ Y llegue mi clamor hasta Vos. Oremos. Oh Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, invocamos vuestro santo nombre, e imploramos con instancia vuestra clemencia, para que, por la intercesión de María Inmaculada siempre Virgen, Madre nuestra, y del glorioso arcángel San Miguel, os dignéis socorrernos contra Satanás y contra todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén”.

 

Como habrá notado el lector atento, la parte subrayada en negritas parece profetizar con mucha precisión un secuestro de la Sede Petrina por parte de sus enemigos. E inmediatamente antes, se hace una referencia que bien podría asimilarse con la reforma litúrgica y las nuevas formas sacramentales que tanto daño han producido en la Fe de los católicos, provocando tantas misas inválidas y sacramentos ineficaces.

De qué modo, hasta qué grado de complicidad de parte del clero más alto, inclusive del papa, puede hoy una secta estar manejando los destinos de la Iglesia en sus estructuras humanas, o al menos influyendo poderosamente en ellas es un misterio. («Misterio de iniquidad» dicen las escrituras y también «La abominación de la desolación en el lugar santo»). Por ello son textos que se argumentan con frecuencia para probar que la Sede Petrina está ocupada por antipapas, o al menos que el actual lo es.  

Lo cual no es tan sencillo de establecer, aunque suele tentar a muchos espíritus impacientes o simplistas.

Por eso, más que poner esfuerzos en dilucidar estos misterios, parece conveniente preparar el camino de una restauración de la Fe o al menos ser instrumentos de la salvación de la mayor cantidad posible de almas. Y para eso nada mejor que recordar a diario, y por qué no, rezar, esta oración-exorcismo pidiendo a Dios lo que allí tan claramente se expresa: el triunfo del Principe de la milicias celestiales sobre las fuerzas del infierno, y la misericordia para quienes vivimos estos tiempos de tribulación.

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